martes, 30 de agosto de 2011

JOSE VASCONCELOS

JOSE VASCONCELOS CALDERON




Por mi raza hablará el espíritu

Filósofo, abogado, escritor, político, historiador y educador, José Vasconcelos es una de las personalidades con mayor influencia en la conformación del México moderno.
Nació el 27 de febrero de 1882, en Oaxaca y falleció, en la ciudad de México, el 30 de junio de 1959.


Su infancia la vivió en la frontera, al grado que sus estudios iníciales los realizó en la comunidad fronteriza de Eagle Pass, Texas. Debido al trabajo del padre, la familia de Vasconcelos vivió en Piedras Negras, Campeche, Toluca y la Capital, donde ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria y después a la Escuela de Jurisprudencia para concluir sus estudios como abogado.
A continuación, les ofrecemos una breve semblanza de la vida y obra de este ilustre mexicano. Biografía reducida y dividida en cuatro segmentos: el educador, el Político, el escritor y el filósofo.
El educador
Fundador del Ateneo de la Juventud, institución que presidió (1909-1912 ) y renombró bajo el denominativo de Ateneo de México, Vasconcelos inició su labor como educador que lo llevaría a ser Director de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) durante el régimen de Francisco I. Madero, Rector de la Universidad Nacional (1920-1921), Secretario de Educación Pública con Obregón (1921-1924), y Director de la Biblioteca Nacional (1941-1947).
En el Ateneo y bajo su administración edificó la Universidad Popular Mexicana (1912-1920), dependencia con la misión social de educar mediante conferencias, conciertos etcétera, a los adultos, pero principalmente a los obreros. A esta Universidad, Vasconcelos le impuso una mística educativa orientada hacia el pueblo, rasgo también latente en su rectoría en la Universidad Nacional.
Fue designado como Director de la ENP, en dos ocasiones; primero durante el gobierno de Madero, y después con Carranza, a quien por cierto, criticó severamente; apreciaciones que le valieron una orden de aprehensión y posterior exilio en EUA.
Vasconcelos regresó al país, fue nombrado Rector de la Universidad Nacional de México, conocida entonces como Departamento Universitario y de Bellas Artes, el 9 de junio de 1920. Durante su rectorado, organizó un programa editorial que comprendía sobre todo la divulgación de los autores clásicos hacia amplias capas de la sociedad, y se adoptó el escudo actual de nuestra universidad, de cuyo lema es el autor.
El lema que anima a la Universidad Nacional, Por mi raza hablará el espíritu, revela la vocación humanística con la que fue concebida. El autor de esta célebre frase, José Vasconcelos, asumió la rectoría en 1920, en una época en que las esperanzas de la Revolución aún estaban vivas, había una gran fe en la Patria y el ánimo redentor se extendía en el ambiente. Se "significa en este lema la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima" , explicó el "Maestro de América" al presentar la propuesta. Más tarde, precisaría: "Imaginé así el escudo universitario que presenté al Consejo, toscamente y con una leyenda: Por mi raza hablará el espíritu, pretendiendo significar que despertábamos de una larga noche de opresión".
Durante su rectorado, José Vasconcelos dotó a la Universidad de su actual escudo en el cual el águila mexicana y el cóndor andino, cual ave bicéfala, protegen el despliegue del mapa de América Latina, desde la frontera norte de México hasta el Cabo de Hornos, plasmando la unificación de los iberoamericanos: "Nuestro continente nuevo y antiguo, predestinado a contener una raza quinta, la raza cósmica, en la cual se fundirán las dispersas y se consumará la unidad".
El político
La figura de Vasconcelos es recordada por su profunda influencia en el México moderno. Su participación en la vida política del país, coincide con momentos históricos fundamentales en la conformación de nuestra identidad nacional.
Y ya de cepa la ideología de Don José, estaba predeterminada. Los abuelos maternos, distinguidos liberales oaxaqueños, dieron refugio a Porfirio Díaz en 1857, en la comunidad de Tlaxiaco, detalle que después sería cuestionado en el imaginario del joven Vasconcelos ante la dictadura porfirista.
Abogado exitoso, Vasconcelos trabajó en su juventud, representando a compañías norteamericanas, hasta que iniciado el proceso revolucionario fundó junto con Gustavo y Francisco I. Madero, Filomeno Mata, Roque Estrada, Félix Palaviccini, Luis Cabrera, entre otros; el Centro Antirreeleccionista, en 1909, bajo el lema "Sufragio efectivo no reelección" expresión que se presume de su autoría y que sería pilar en la lucha contra el régimen de Díaz.
Por aquella época, editó al lado de Palaviccini, el periódico El antirreeleccionista, por diversos artículos ahí publicados fue presa de persecuciones, las cuales motivaron su primer exilio; estableciéndose en Nueva York, donde fungió como agente confidencial de Madero en Washington hasta la caída de Porfirio Díaz.
Después del derrocamiento de Don Porfirio, regresó a México y se convirtió en el intelectual del maderismo, defendiéndolo a través de la prensa. Con el paso de la Historia, los revolucionarios proclives a Madero, fueron sustituidos por huertistas, villistas, carrancistas, zapatistas, etcétera.
Con Carranza, Vasconcelos también trabajó como agente confidencial, esta vez ante gobiernos europeos, como el francés y el inglés, pero de regreso en México y ante algunas críticas que vertió sobre el proceder de Venustiano Carranza, éste último ordenó orden de arresto contra él, lo que redundó en un nuevo exilio.
En 1920 ofreció su respaldo al Plan de Agua Prieta, aunque "Vasconcelos jamás apoyó a Victoriano Huerta; pero sus ataques resultaron blandos y casi amistosos en comparación con los que lanzaría contra Carranza, Calles, Cárdenas". (Blanco, José Joaquín. Se llamaba Vasconcelos. FCE. México. 1996. pp. 61) Ese mismo año, Huerta lo nombró Jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes.
Después de su renuncia a la Secretaría de Educación, en 1924, Vasconcelos fue candidato al gobierno del Estado de Oaxaca, perdió y se volvió a alejar del país. Regresó en 1928 y en 1929 fue postulado a la Presidencia de la República por el Partido Nacional Antireeleccionista. Ganó la simpatía popular; sobresaliendo el apoyo estudiantil, sin embargo, el triunfo fue para el candidato oficial Pascual Ortiz Rubio, en una de las primeras sombras de fraude electoral documentadas en México. En diciembre de ese año, José Vasconcelos proclamó en Sonora el Plan de Guaymas, que le valió la cárcel. Tras recuperar la libertad, volvió a exiliarse en tierras europeas.
El escritor
Escritor y, como tal, de la estirpe de los recios, sólidos y cabales, fue este hombre extraordinario, del aviso de muchos mexicanos, entre éstos tanto los letrados como los semi-cultos y los que, deseosos siempre de saber, se acercan, ingenuos y sencillos, a los que les pueden enseñar algo. Un escritor, un artista, un político, si son buenos, su bondad es manifiesta, por tanto atractiva, de lo que se sigue que su obra nos rinde a todos. Y es que la bondad es necesariamente comunicativa y encuentra siempre un eco en el interior de cada quien.
Resuena en el alma, justamente para hacerlo nuestro, lo que los hombres señalados difunden en la sociedad y nos toca la fibra sensible, tensa naturalmente y en acto, por el mismo caso, de vibrar al unísono de ese escritor, de ese artista y de ese político. Vasconcelos pensador, de penetración objetiva, dado, por el consiguiente, al desmenuzamiento de las cosas, de los acontecimientos, de las situaciones, y de penetración subjetiva, a un tiempo, movido a dilucidar las implicaciones y complicaciones de su propia conciencia, interesa a toda clase de lectores, los cuales, por otra parte, van a él seducidos, como precipitados y despeñados en llegar al fondo de lo humano suyo, en el que encontramos lo humano nuestro.
Fue filósofo Vasconcelos. Todo lo vio bajo el signo de lo bello. Lo perseguía hasta no dar con él en cada uno de los seres. El hombre, concretamente el mexicano, tenía que ser bello, que conformarse con el modelo eterno de una armonía divina que, despiertos a las inquietudes trascendentes, no podíamos menos que oír. Su filosofía nos abre la puerta de ese aposento donde vamos a disfrutar de la vecindad con Dios.
Escritor político y ciudadano de avisada y sesuda ciudadanía, nos hizo ver a los mexicanos lo que es, lo que debe ser México. Su Ulises criollo, obra maestra, y suponiendo que México dejara de ser, ella sola quedaría como el testimonio fehaciente, imperecedero, además, de las fallas, de los aciertos que registra la historia, de la voluntad que, en los mejores de nosotros, ha pretendido la duración y la sobrevivencia, por tanto la nobleza de lo humano mexicano.
Hace gala en todo lo que escribió de una verba convincente. Su frase es de garra y estruja, aprieta y, por otra parte, va derecho a la inteligencia o al corazón. No, no deja indiferente a nadie, y nadie como él ha sido capaz, por la sola fuerza de la palabra, de crear una mentalidad nacional. Díganlo, si no, los jóvenes de los años veintes y, muy especialmente, los que lo acompañaron en el 29, cuando con el callismo, ampliado, según él, por Mr. Morrow, el embajador de los Estados Unidos, y con la guerra cristera y con el desánimo de muchos, muy a pesar de lo cual fue un agitador intelectual.
Fue áspero, ciertamente, cuando fustigaba a los pillos. Su reprensión fue rigurosa y, valeroso, siempre de gran osadía, nunca tuvo, tal reza la expresión popular, pelos en la lengua. Fue el creador de una universidad, a la que le dio el lema de "Por mi Raza Hablará el Espíritu", y la cual, con el mote agregado después de "autónoma", tuvo él como sierva, precisamente porque la universidad "autónoma" se vanagloria de su autonomía.
Vasconcelos, dígase lo que se quiera en contrario, pese a sus deturpadores, a los que lo desprecian, combaten o niegan, por tanto, es un espejo en que los mexicanos conocemos y reconocemos los rasgos de nuestra propia faz. Su familia, en una época trashumante, lo que le valió tener tratos con porciones variadas de nuestra población; su madre, mujer sencilla, constante, con constancia grande, en sus deberes hogareños; su vida de estudiante, sus inquietudes intelectuales no satisfechas, gracias a la insuficiencia de sus maestros; la vaciedad de algunos de sus compañeros; la opresión del ambiente político, todo concurrió en él a tener una clara conciencia de lo que es el hombre y, por lo pronto, el hombre mexicano.
Carranza, y lo hace ver Vasconcelos en sus memorias, empezadas justamente en el Ulises criollo, copió a los Estados Unidos, rodeado como estaba de pastores protestantes, y suprimió la Secretaría de Instrucción Pública. La escuela tenía que ser, según esto, cosa de la exclusiva incumbencia de los ayuntamientos. Y Vasconcelos creó la Secretaría de Educación y con ella movió a la inteligencia de México, a los hombres de buena voluntad, a los niños, a los jóvenes y a los adultos deseosos de aprender. Sus misiones culturales, llegadas a todos los rincones de la patria, sus artes populares, sus teatros al aire libre, la exaltación y depuración de lo indígena, todo fue una fiesta del espíritu y, de resultas de esto, una afirmación de lo auténtico mexicano. Fue ejemplar, cosa tenida por muchos como extravagante, en todo caso como inútil y, por otra parte, costosa, la edición de los clásicos de la antigüedad: La Odisea y La Ilíada, entre otros, pero cosa que en su intención, y estaba en lo cierto, le daba al pueblo el conocimiento de sus orígenes culturales. Porque, queramos o no, somos occidentales, lo que le debemos a la presencia de España en las entretelas de nuestra sustancia. Vasconcelos es grande como escritor, grande como político, grande como hombre que hizo historia. Por lo uno y por lo otro será nuestro constante y obligado compañero y guía.


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